«Contra la pedagogía. El fracaso de la educación es el fracaso de la democracia» es el rótulo que acompaña a este vídeo fundamental de Jesús G. Maestro, figura importante que lleva tiempo denunciando lo extraviado de un sistema educativo que, no nos engañemos, está totalmente errado en manos de pedagogos, orientadores y psicólogos, figuras que deberían estar fuera del sistema educativo por lo perjudicial de sus aportaciones.
Dar clase en un instituto de enseñanza secundaria se ha convertido en un verdadero infierno para un profesor medianamente equilibrado, al que han convertido en una especie de mediador, animador sociocultural, que ocupa su tiempo en reuniones y en completar informes absurdos repletos de conceptos equivocados, cuando no de preocuparse de cuestiones secundarias a las que tienen propiamente que ver con impartir conocimientos de una determinada materia. «Es que usted no motiva a mi niño», es una frase que no hace mucho un padre dijo a una compañera de trabajo a la que se le había ocurrido suspender a su hijo. Se obliga a los profesores a ser poco menos que animadores, infantilizando a los niños, y se tiene una idea de «innovación pedagógica» totalmente equivocada, que produce, por ejemplo, alumnos capaces de manejar muy bien una tablet pero que no saben escribir.
Un profesor debe enseñar conocimientos, los propios de su materia, y valorarlos en pruebas objetivas. Nada más. Enseñar jugando no sólo vuelve infantiles a los niños, sino que también transmite una idea de enseñanza como juego. «Es que no me divierto oyendo la música de Mozart. Ponme reggaeton», «Es que no es divertido estudiar lo que es un «Diptongo». «Si a mí me gusta es bueno». «Mi opinión es tan valiosa/respetable como la de un profesor». Son algunas de las expresiones con las que un profesor tiene que enfrentarse cuando está delante de niños de 13 a 18 años, a los que la sociedad da el poder de decidir sobre la forma de dar clase e incluso de organizar los centros educativos. No hay que olvidar que los niños están representados en los Consejos Escolares. Incluso se les invita al Congreso de los Diputados para dar su opinión. Como si la opinión de un adolescente, en formación en tantos aspectos, debiera importar. Pues esta idea es la que se les transmite con estas acciones absurdas.
A lo perjudicial de las técnicas mediadoras implantadas (no nos referimos a la mediación tradicional, sino un concepto absurdo, «mediación entre iguales» se denomina, que pone a los alumnos en disposición de solucionar sus propios problemas), a la moral feminista que parece haberse apropiado de la enseñanza, la idea de educación entendida como una guardería o cárcel donde los padres tienen encerrados a sus hijos y a la que ceden su educación no académica, se suman unos centros educativos donde los niños van a «divertirse aprendiendo», que obtienen oleadas de niños infantilizados, incapaces de entender los más mínimos conceptos, en manos de docentes (ya casi no se les llama profesores o maestros) que son cómplices mansos de un sistema decrépito. Las consecuencias ya las estamos padeciendo, con millones de ciudadanos incapaces de analizar la realidad de manera crítica, clara, objetiva.
Una muestra de lo mal que está la situación es que la inercia, lo políticamente correcto, nos sigue llevando por el lado contrario al que debe ser. El País, en colaboración BBVA, ha iniciado una serie de charlas entorno a la educación. Las pocas que he visto van todas en la dirección criticada en este texto y están profundamente erradas. Véase el siguiente ejemplo.
La voz de Jesús G. Maestro no es, desde luego, la única. Muchos profesores nos sumamos a la suya con la esperanza de que nuestros representantes políticos se percaten de la necesidad de cambiar totalmente la bases ideológicas de una sistema educativo que ahora mismo es perjudicial para nuestra sociedad, para padres, profesores y alumnos.